ALFREDO MONFORT LAHOZ – defensa Real Madrid, nacido el 23 de julio de 1963 en Vila-Real, es uno de esos nombres que evocan recuerdos de talento, dedicación y una pasión inquebrantable por el fútbol. Su viaje en el mundo del fútbol comenzó en las categorías juveniles del Real Madrid, donde rápidamente demostró ser un defensa con habilidades destacadas y un potencial inmenso.
Durante la temporada 1979-1980, Alfredo formó parte del Castilla Juvenil, el equipo juvenil del Real Madrid. Su tiempo en la cantera blanca fue fundamental para su desarrollo como jugador. En un ambiente lleno de jóvenes talentos y entrenadores experimentados, Alfredo no solo mejoró sus habilidades técnicas y tácticas, sino que también aprendió la importancia de la disciplina, el trabajo en equipo y la perseverancia. La defensa del Real Madrid Juvenil se beneficiaba de su presencia sólida y su capacidad para leer el juego, cualidades que lo hicieron destacar entre sus compañeros.
El talento de Alfredo no pasó desapercibido, y pronto recibió la oportunidad de unirse al C.D. Castellón, un equipo con una rica historia en el fútbol español. Durante la temporada 1981-1982, Alfredo se incorporó al C.D. Castellón, que competía en la Primera División en ese momento. Para un joven defensa, jugar en la máxima categoría del fútbol español representaba un desafío enorme, pero Alfredo estuvo a la altura de las circunstancias. Su habilidad para anticipar las jugadas y su destreza en los duelos uno contra uno le ganaron el respeto de sus compañeros y entrenadores.
A lo largo de la década de los 80, Alfredo se convirtió en una pieza clave para el C.D. Castellón. Jugó en la Segunda División durante varias temporadas, desde 1982 hasta 1989, demostrando una consistencia y un rendimiento que pocos jugadores pueden mantener. Su capacidad para adaptarse a diferentes estilos de juego y su liderazgo en la defensa fueron fundamentales para el equipo. La solidez defensiva que aportaba en cada partido era invaluable, y su presencia en el campo infundía confianza a sus compañeros.
Durante las temporadas 1989-1990 y 1990-1991, Alfredo y el C.D. Castellón regresaron a la Primera División, un logro significativo para el club y para el propio Alfredo. Jugar nuevamente en la élite del fútbol español fue un testimonio de su perseverancia y talento. En estos años, enfrentó a algunos de los mejores atacantes del mundo, y su desempeño en la defensa fue crucial para el equipo. Cada partido en la Primera División fue una oportunidad para demostrar que su formación en la cantera del Real Madrid había dado frutos y que podía competir al más alto nivel.
La temporada 1991-1992 vio al C.D. Castellón regresar a la Segunda División, pero Alfredo continuó siendo una figura central en el equipo. Su experiencia y liderazgo eran vitales para guiar a los jugadores más jóvenes y mantener al equipo competitivo en una liga exigente. La dedicación de Alfredo al club y su compromiso con su propio desarrollo nunca disminuyeron, incluso en los momentos difíciles.
En la temporada 1992-1993, Alfredo se unió al Villarreal C.F., regresando así a su ciudad natal y cerrando un círculo en su carrera futbolística. Jugar para el equipo de su ciudad fue un honor y una responsabilidad que Alfredo asumió con gran orgullo. En el Villarreal, compitió en la Segunda División, aportando toda su experiencia y conocimientos adquiridos a lo largo de los años. Su capacidad para leer el juego y organizar la defensa fue invaluable para el equipo, y su presencia en el campo siempre fue un motivo de tranquilidad para sus compañeros y entrenadores.
La carrera de Alfredo Monfort Lahoz es un ejemplo de dedicación y pasión por el fútbol. Desde sus primeros días en la cantera del Real Madrid hasta sus años en el C.D. Castellón y el Villarreal C.F., Alfredo siempre se destacó por su profesionalismo y su amor por el deporte. Su capacidad para mantener un alto nivel de rendimiento durante más de una década en el fútbol profesional es un testimonio de su talento y su ética de trabajo.
A lo largo de su carrera, Alfredo no solo se destacó por sus habilidades en el campo, sino también por su carácter y liderazgo. Siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros y a dar lo mejor de sí mismo en cada partido, dejó una marca indeleble en cada equipo en el que jugó. Su legado va más allá de los títulos y los trofeos; se encuentra en las lecciones de perseverancia, disciplina y trabajo en equipo que impartió a quienes tuvieron la fortuna de jugar a su lado.